
Vivir en primera persona o ser testigo de determinadas experiencias que se perciben como una amenaza o que nos superan puede despertarnos un fuerte estado de ansiedad, un estrés agudo, y por consiguiente instalarnos en una situación de trauma o crisis. También se puede llegar a esta situación por un estrés sostenido y acumulado en el tiempo.
Ambos tipos de estrés pueden afectarnos seriamente, quedando la salud resentida debido a la alteración y debilitamiento del sistema inmunológico.
El trauma o la crisis puede ser el resultado de una amplia variedad de factores estresantes (agudos o sostenidos), los cuales pueden adoptar múltiples formas dentro de las experiencias que vivimos y poner a prueba todo nuestro organismo: accidentes, intervenciones médicas invasivas, agresiones físicas, acoso sexual, abuso emocional, pérdida de seres queridos, separaciones, desastres naturales… En ocasiones también una experiencia aparentemente inofensiva puede llegar a convertirse en traumática.
El trabajo psicoterapéutico en situaciones de crisis y trauma requiere de una alta sensibilidad y del conocimiento y la coordinación de técnicas especializadas de diferentes disciplinas y orientaciones con las que poder ir más allá de la palabra. Su duración dependerá siempre de las necesidades y de la situación particular de cada persona.